Real, Venerable e Ilustre Hermandad Servita de Nuestra Señora de los Dolores Coronada y Santísimo Cristo de la Clemencia
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A lo largo del último cuarto del siglo XVII y primeros lustros del siguiente, se desarrolla en nuestra ciudad la devoción a Nuestra Señora de los Dolores. Así la festividad de los Dolores de Nuestra Señora comienza a celebrarse de manera solemne en la Catedral a partir del año 1680. En ese mismo año, el maestrescuela y canónigo de la Catedral don Francisco Antonio Bañuelos y Murillo cede una dolorosa de Pedro de Mena que posee en su casa para que se le haga en el altar mayor la fiesta religiosa. Dicho canónigo condiciona la donación de la imagen, de gran calidad artística, a que se levante una capilla en la Catedral donde pudiera venerarse por los fieles. Al no cumplirse este requisito, la Dolorosa se colocará en 1682 en el altar mayor de la iglesia conventual de los alcantarinos.
A finales del siglo XVII Juan Salvador Amo solicita al general de los Siervos de la Virgen María la fundación de una congregación bajo el título de Nuestra Señora de los Dolores en la iglesia del hospital de pobres incurables de San Jacinto. Esta solicitud va a ser atendida mediante la pertinente licencia firmada el 15 de agosto de 1699 en el convento de San Marcelo de Roma. Esta concesión está supeditada a la autorización del obispo de Córdoba que la concederá el 26 de marzo de 1707. La congregación de Nuestra Señora de los Dolores se funda el 21 de octubre de 1707, pero un lustro más tarde presenta síntomas de crisis hasta el punto de que en 1713 se encuentra en un estado de total postración al cesar los cutos y ejercicios espirituales por falta de congregados.
El nacimiento de una hermandad rosariana bajo el título de Nuestra Señora de los Dolores en el hospital de San Jacinto en febrero de 1717 constituye un factor determinante en la intensa propagación de la devoción a la mencionada advocación mariana pasionista. Dicha hermandad nombra la junta de gobierno el día 14 de febrero de 1717. Esta hermandad sacará durante seis domingos de cuaresma el rosario público por las calles y el Domingo de Ramos realiza una procesión que convoca a numerosos cordobeses. En la procesión del Domingo de Ramos de 1718 se produce la novedad de que sale por primera vez la imagen actual de Nuestra Señora de los Dolores contando con la presencia de una elevada cifrad e hermandades rosarianas y devotos.
El apogeo de la hermandad rosariana de los Dolores impulsa a los miembros de la postrada congregación servita a fusionarse con ella en abril de 1719. Tres años después, en 1722, se encargan unas nuevas andas al escultor Juan Prieto. En el año 1727 se produce una situación conflictiva provocada por el capellán del hospital produciéndose la separación entre la hermandad rosariana y la congregación de Nuestra Señora de los Dolores. La ruptura se consuma y la hermandad rosariana de Nuestra Señora de los Dolores abandona el hospital de San Jacinto, aunque no consigue llevarse la imagen titular. En la iglesia del establecimiento asistencial permanece la congregación de los Dolores que lleva una vida aletargada por el reducido número de miembros, llegando prácticamente a desaparecer, hasta su definitiva reorganización en el año 1746.
A principios de 1746, se reorganiza la congregación de Nuestra Señora de los Dolores. Entre los objetivos prioritarios de la reorganizada congregación está la potenciación del culto y devoción a la imagen de Nuestra Señora de los Dolores. Los esfuerzos realizados se verán compensados con un aumento en el número de efectivos humanos. Los actos de culto revisten una gran solemnidad, especialmente el septenario y la fiesta del Viernes de Dolores. Asimismo, los miembros de la congregación ponen especial interés en realizar la procesión tradicional del Domingo de Ramos con la mayor solemnidad y boato.
La vitalidad de la congregación de los Dolores quedará truncada en los años finales de la centuria del setecientos, momento en el que se encuentra totalmente postrada sin apenas actividad y que se prolongará en las primeras décadas del siglo XIX. Así la procesión del Domingo de Ramos queda suspendida por falta de recursos durante varios años, hasta que con motivo de la expulsión de las tropas napoleónicas se plantea sacarla de nuevo en el cabildo general celebrado en marzo de 1813. Esta propuesta será aprobada, pero al año siguiente se vuelve a interrumpir la salida por falta de recursos económicos, si bien se mantienen con bastante esplendor el septenario y fiesta del Viernes de Dolores que presentarán una masiva asistencia de fieles y devotos como prueba del intenso arraigo y fervor que despierta la imagen de Nuestra Señora de los Dolores.
Esta fuerte devoción es una de las razones por las que se designa a la imagen de la Virgen de los Dolores para representar la Soledad de Nuestra Señora en la procesión oficial del Santo Entierro a mediados del siglo XIX.
Durante el reinado de Isabel II la congregación cobra un marcado impulso que se proyecta en los solemnes cultos anuales y en la salida del Viernes Santo formando parte del desfile oficial del Santo Entierro. También se encuentra el apoyo del obispo Alburquerque, quien llevado de su devoción, regalará a la imagen un manto y túnica de terciopelo negro bordados en oro en el año 1865.
Tras el paréntesis del sexenio revolucionario en el que la salida de la procesión del Santo Entierro queda suspendida los años 1869, 1870, 1871 y 1873, la hermandad de los Dolores recobra su dinamismo y en 1874 sus miembros deciden realizar unas nuevas andas, trono y palio para la imagen titular. Ese mismo año, la imagen saldrá el Domingo de Ramos acompañada por los miembros de su cofradía y el Viernes Santo por la tarde en la procesión oficial. A lo largo del último cuarto del siglo XIX la imagen de Nuestra Señora de los Dolores figura en el cortejo procesional del Santo Entierro en último lugar. Con carácter excepcional sale el Domingo de Ramos de 1898 a instancia de la corporación municipal que le concede a la hermandad una subvención para sufragar los gastos originados.
Nuestra señora de los Dolores saldrá de manera extraordinaria en marzo de 1878 y a principios de 1885.
A finales del siglo XIX la cofradía presenta algunos síntomas de crisis que se intentan superar con la captación de nuevos hermanos entra la masa de devotos. No obstante en el año 1910 comenzará una nueva fase de apogeo que se mantendrá hasta la proclamación de la II República. La elección del conde de Hornachuelos como hermano mayor en enero de 1910 será decisiva para lograr el nombramiento de hermano mayor y camarera de honor a los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia., lo que contribuye a dar una mayor prestancia social a la cofradía, en la que también ingresará la infanta Isabel con motivo de su visita a la iglesia de San Jacinto en octubre de 1915. El considerable aumento de hermano y la salida con hábito penitencial el Viernes Santo de 1914 refrenda el dinamismo de la cofradía, cuyos miembros deciden procesionar la imagen titular el Domingo de Ramos.
El paso de Nuestra Señora de los Dolores desfila en último lugar en la procesión del Santo Entierro. Además de los miembros de la cofradía, figura un representante del monarca a partir de 1925, año en el que se concede autorización a la hermandad para usar la corona real en las insignias, atributos y documentos.
Al igual que las restantes cofradías penitenciales, la de los Dolores se ve obligada a interrumpir la salida procesional de Semana Santa durante la II República, excepto el año 1935 en que forma parte del Santo Entierro. En el año 1937 inicia una nueva andadura que se caracteriza por un apogeo que llega hasta nuestros días debido fundamentalmente a la intensa devoción de los cordobeses a la imagen titular. La coronación canónica de la imagen marcará el hito más importante de la hermandad en este periodo.
La incorporación de un Cristo constituye el deseo generalizado en el seno de la cofradía que se verá cumplido en enero de 1939 al donar los herederos de Francisco Belmonte González-Abreu la actual imagen del Santísimo Cristo de la Clemencia que realiza su primera salida procesional el Viernes Santo de 1949.
El acontecimiento más relevante de la historia de la cofradía en el siglo XX es la coronación canónica de Nuestra Señora de los Dolores que se convirtió en la primera imagen de la ciudad que recibió tan alta distinción. La iniciativa partió del obispo Fernández Conde, quien profesaba una gran devoción a la titular de la hermandad. La petición elevada a la Santa Sede va a ser concedida mediante el breve pontificio de Pablo VI fechado el 20 de octubre de 1964. Un triduo en la Catedral precedió a la ceremonia de la coronación canónica que tuvo lugar el domingo 9 de mayo de 1965 en la glorieta de los Alféreces Provisionales al comienzo de la avenida Conde de Vallellano. Al acto asistieron miles de cordobeses. La misa solemne fue presidida por el cardenal Bueno Monreal, arzobispo de Sevilla los obispos de Córdoba monseñor Fernández Conde y de Jaén Monseñor Romero Menjíbar. También estaba presente el auxiliar de la archidiócesis de Sevilla monseñor Cirarda Lachiondo. La imposición de la corona fue acompañada de la suelta de numerosas palomas.
La incorporación de la juventud a la cofradía posibilitará la salida a costaleros de los pasos del Cristo en el año 1981 y de la Virgen en el año 1983. En el año 1990 se celebra el XXV aniversario de la coronación canónica con un programa de actos religiosos y culturales del que podemos destacar el pregón de pronunciado por el poeta cordobés Pablo García Baena, gran devoto de Nuestra Señora de los Dolores.
En la actualidad, la hermandad de los Dolores figura a la cabeza de las cofradías penitenciales cordobesas por número de hermanos y nazarenos, siendo hasta el año 2005 la cofradía que más nazarenos presentaba en su cortejo procesional, aproximándose al millar.
En el año 2008 la hermandad modifica su itinerario para poder hacer estación de penitencia en el interior de la Santa Iglesia Catedral.
Sede Canónica
Iglesia Hospital de San Jacinto